lunes, 1 de septiembre de 2008


Salió de su casa con las llaves en la mano, no porque le importara volver a entrar; sino simplemente porque las necesitaba para poder salir.

Hacía frío pero sólo lo suficiente como para cruzarse de brazos y encorvar un poco la espalda, pensó que por caminar por la calle su cabeza iba a distraerse, pero solo fue un iluso consuelo.

El aire en la cara a veces parece alivianar el alma, pero sólo la refresca por un ratito demasiado ficticio para ser creible.

Siente un pesar en el pecho que le recuerda su tristeza y piensa que con cerrar los ojos va a dejar de verla, pero es ahí cuando comienza a hacerlo.

Me gustaria ser alguien para ofrecerle gestos que reconforten su dolor, pero simplemente agacho la cabeza y lo observo desde arriba porque es muy abajo donde él se siente.

Se que puedo extenderle mi mano para sacarlo de ahí, pero no estoy segura si quiero hacerlo.